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La relevancia de educar las emociones por Margarita Sandoval, Académica Fac. de Psicología USS

5 septiembre, 2019

Los problemas de salud mental han empeorado en los últimos años, en especial en niños y adolescentes. Un estudio de Mónica Kimelman y Felipe Lecannelier, reveló que los niños chilenos sufren la peor salud mental de los 24 países evaluados.

La investigación mostró que en Chile problemas como déficit atencional, hiperactividad o agresividad afectan al 25% de los menores de 6 años. En otros países la cifra llega al 15%. En ansiedad y depresión, a nivel global se registró un 5%, en cambio en Chile se observó entre el 12 a 16%.

Según la OMS, en Chile y Corea del Sur la tasa de suicidio de niños y adolescentes tiende a subir cada año, en vez de disminuir. ¿Qué hacer para prevenir estos problemas? Es fundamental iniciar una educación emocional a temprana edad, siendo padres, familia directa y profesionales de la educación los responsables de guiar este aprendizaje.

La clave consiste en ser capaz de reconocer las emociones básicas -tristeza, alegría, miedo, ira, asco, sorpresa-, identificando claves sensoriales (“mariposas en el estómago”, pecho apretado o nudo en la garganta) y cognitivas (pensamientos como “no puedo”, “se van a reír de mi”, “me van a rechazar”, “ya no me quiere”), con la finalidad de lograr la autoregulación.

Cuando una emoción aparece y es identificada a tiempo, la persona debiera ser capaz de regular lo que siente a través de mecanismos fisiológicos como regular el ritmo respiratorio, relajación y/o activación muscular. También a través del pensamiento, como buscar soluciones alternativas y ayuda.

Otras formas de expresar emociones son el juego simbólico, actividades creativas como pintura, dibujo música o teatro.

La capacidad para calmarse frente a una emoción intensa es muy importante, ya que de lo contrario se producen desbordes emocionales, que pueden llevar a conductas de riesgo, “pataletas”, agresiones contra sí mismo o los demás; así como también pueden llevar a desarrollar cuadros de salud mental como trastornos ansiosos, depresivos o conductuales.

¿Cómo se educan las emociones? La primera educación emocional la entregan los padres y cuidadores primarios, quienes mentalizan las necesidades del bebé – “leen al niño”-, incluso antes de que éstas se manifiesten.

Al mentalizar, y responder adecuadamente, -por ejemplo, necesidad de jugar, hambre, sueño o dolor – el bebé siente que puede confiar en el mundo y, a medida que crece, puede explorarlo y satisfacerlas por sí mismo, es decir, logra autonomía de manera progresiva.

Esta interacción entre los cuidadores y bebé determinará un patrón que puede durar toda la vida, respecto a cómo afrontamos el estrés y regulamos las emocione.

A medida que crece, los adultos cuidadores deben continuar mentalizando a los niños y enseñarles a ponerle nombre a lo que sienten, para luego expresar de manera regulada esa emoción, por ejemplo, al hablar de ello o a través del juego y el arte (dibujos).

Los adultos también tenemos patrones para afrontar y regular emociones. Una situación estresante, frente a la cual el adulto se siente superado, lo puede llevar a desbordarse, “explotar” y termine ejerciendo maltrato psicológico o físico a un niño a su cuidador.

Por eso es importante que aprendan a manejar sus emociones, en especial los padres y profesionales de la educación. Son ellos los encargados de acompañarlos para contenerlos de una manera que los haga sentir seguros y luego manejar y expresar lo que sienten.

Cada vez que se expresa de manera modulada, la experiencia de aprendizaje y de seguridad mejora el bienestar de los niños y les permite desarrollar patrones sanos y seguros.

Por lo tanto, es responsabilidad de los adultos, el crear ambientes emocionales seguros en todos los entornos -sala de clases, colegio, en el hogar- que faciliten el mejor desarrollo posible de los niños, tanto intelectual como afectivo, de tal manera que cada uno pueda desarrollar sus talentos y expresarlos para contribuir al bienestar general.

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